En marzo del año pasado los jugadores del Betis recibieron un mazazo. Tomás Calero, el jefe de los servicios médicos del equipo, reunió a toda la plantilla en el vestuario para comunicarles que su compañero Miki Roqué tenía un tumor maligno en la pelvis. Dejó el fútbol para intentar curarse. Pero este domingo se enteraron de que el jugador no había superado el tratamiento que seguía en Barcelona. Tenía 23 años. El mundo del fútbol ha quedado conmocionado.
Formado en las categorías inferiores del Lleida, salió muy joven de España para enrolarse en el Liverpool, uno de los grandes clubes europeos. Fue Rafa Benítez, entonces en el banquillo red, quien quiso contar con este central elegante que se convirtió en el jugador más joven en debutar con el Liverpool en un partido de la Liga de Campeones. Fue ante el Galatasaray y tenía solo 17 años.
El Liverpool decidió cederle y así pasó por el Oldham Athletic, el Xerez y el Cartagena, hasta que recaló en el filial del Betis en 2009. Dos años después Pepe Mel le hizo debutar con el primer equipo verdiblanco, cuando este militaba en Segunda División.
Dejó el fútbol para intentar curarse. Pero no ha podido superar el tratamiento que seguía en Barcelona.
Miki Roqué era un profesional exquisito que tenía inquietudes más allá del balón. Como la música. Era un apasionado de U2.
Según se conoció su muerte, Twitter se llenó de mensajes de condolencia. “Un abrazo muy grande a la familia de Miki Roqué. Lo conocí cuando él jugaba en el Liverpool y yo en el United. Descansa en paz amigo”, escribió Piqué. Con el central del Barça, y con Puyol, tuvo Roqué una relación estrecha que se demostró, entre otras muchas cosas, cuando le ayudaron a encontrar médico en Barcelona para luchar contra el tumor. Puyol lució una camiseta con la leyenda “Ánimos, Miki” en catalán tras ganar la Liga de Campeones en 2011.